Domingo de polvo blanco

La competencia ha comenzado su sesgo vertiginoso. Si durante la primera jornada el escultor se familiarizaba con el material y las herramientas y tímidamente comenzaba a marcar el mármol y cortarlo, el domingo comenzó a funcionar este taller al aire libre con frenesí. 11 escultores horadando el bloque de mármol, incesante sonido de herramientas eléctricas que no dieron respiro y un polvo blanco que cubría en oleadas el predio.

Avatares del oficio: el escultor alemán Nils Hansen descubriró que su bloque tenía una debilidad importante en su interior y aunque ayer había logrado un avance notable –y gracias a ello- se encontró con una peligrosa veta que a ojos vista prefaciaba la rotura del travertino en dos.

Aunque el reglamento de la Bienal para casos como éstos enuncia que el artista deberá resolverlo (con clavos u otras formas de juntura), el comité organizador cedió otro bloque. Y debido a que el escultor germano había perdido un día de trabajo y lo ponía en inferioridad de condiciones con sus pares, el comité le otorgó un ayudante para recuperar el tiempo.

Otra curiosidad a destacar entre los competidores internacionales es que el escultor rumano Mincu Nicolar Razvan por razones religiosas no trabaja el día domingo. Sin embargo, por la mañana se acercó a cada uno de los boxes, tuvo una mirada profunda sobre las obras e intercambió ideas con sus compañeros de competencia.

El domingo fue bullicioso, con una gran cantidad de público que colmó las instalaciones del parque, teniendo por marco un día de invierno entibiado por el omnipotente sol. Los ponchos, chales y bufandas, gorros y abrigos de cuero salieron a relucir.

Danzas en aguas danzantes, acrobacia aérea y circo, espectáculos infantiles, fueron de la partida, así como el tradicional Encuentro de ciudadanos aficionados a la escultura. Entre las actividades formativas, se destacó el taller “Producción y posproducción en fotografía de arte”, a cargo del fotógrafo Gonzalo Pujal.

Caída la tarde, se inauguró la exposición Escultores del Mundo, en la sala de exposiciones del Museum, una muestra de esculturas en pequeño formato de los artistas participantes del concurso internacional. Es una tradición de la Bienal inaugurar una muestra de esculturas de los artistas participantes de la competencia internacional.

En cierta forma, es una manera de acercarse a su obra “por adelantado”, de ahondar en su arte, de corroborar expectativas, ya que estamos lejos aún de ver las formas y volúmenes definitivas de sus manifestaciones del equilibrium. El pequeño formato nos muestra al escultor en su resolución íntima y la pieza acabada nos señala la altura de su vuelo.

La noche tuvo como broche la presentación del Ballet Folclórico Nacional, dirigido por Omar Fiordelmondo ofreció en el Domo del Centenario un espectáculo de alta jerarquía denominado “Aquí me pongo a cantar”. La Bienal es generosa, siempre sorpresiva.

 

Fuente: www.diarionorte.com