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Con récord de asistencia y gran proyección: así fue la Bienal de Esculturas de Chaco

Según estimaciones, la Bienal fue visitada por 800.000 personas. Un evento que se consolida como un hito decisivo que potencia las industrias culturales y turísticas de la región.

La XXII Bienal Internacional de Escultura de Chaco concluye una nueva edición con récord de visitas. Según estimaciones se aproximaría a los 800.000 asistentes. Y se consolida como un hito decisivo que potencia las industrias culturales y turísticas de la región. Al mismo tiempo, define un territorio común entre el proceso creativo de una obra y un público amplio y entusiasta que encuentra en esta instancia la posibilidad de sentirse convocado e interpelado por el arte.

Una vez más la Bienal superó las expectativas de sus organizadores, la Fundación Urunday, que continúa el legado de Fabriciano Gómez, promotor y “alma mater” del actual gran evento cultural, turístico y artístico. Con un promedio de 80.000 personas diarias que concurrieron al predio del Parque 2 de Febrero de la ciudad de Resistencia, la Bienal convocó a escultores provenientes de de Asia, Europa y América Latina.

Un evento que cruza tradición y arte contemporáneo

Centrada en el concurso internacional de escultores a cielo abierto, los artistas que durante siete días trabajaron esculpiendo a la vista y en contacto con el público fueron el gran eje de este “ecosistema virtuoso” de la industria cultural centrado en la práctica artística que se irradió en las distintas actividades culturales propuestas en más de 9 hectáreas.

Entre ellas estuvieron las tradicionales muestras y encuentros de artesanos, pueblos originarios y escultores invitados, el Premio Desafío de Hierro, la música sinfónica y de otros estilos, congresos de arte y patrimonio, talleres y otras propuestas que también involucraron al sector gastronómico.

Con un estimado histórico de unas 600.000 personas en 2018, y un salto de cuatro años por la pandemia, se calcula que esa cifra va a ser superada ampliamente en la edición que termina este domingo con la presentación de La Delio Valdez.

“Todavía no tenemos datos oficiales, pero rondaba en unas 80.000 personas día”, dice José Sebastián Eidman, presidente de la Fundación Urunday. Una cifra que tiene sus picos como el del primer domingo con un estimado de 120.000 personas, según el cálculo realizado por la policía. Por lo cual, se piensa que van a superar las 800.000 visitas.

Sobre las expectativas ante una Bienal que plantea este doble desafío de la ausencia de Fabriciano Gómez -su gran impulsar, fallecido hace casi un año- y el regreso tras la pandemia, el organizador señala que “se superaron ampliamente”, un diagnóstico que sorprendió pese al optimismo que reinaba en la previa del encuentro tras el parate que produjo la suspensión de la edición 2020 por la pandemia.

“Esperábamos que la vuelta a la presencialidad se manifestara a pleno en esta Bienal, pero no esperábamos la afluencia turística que hubo ni la cantidad de gente diaria, ni el movimiento comercial”, asegura Eidman a Télam. Habrá que esperar el resultado de las encuestas que la Fundación Urunday realiza según la ISO 9000 sobre los grupos de interés, para tener datos más precisos.

Arte in situ

Si hay algo que distingue a la Bienal de otras instancias competitivas es la posibilidad de el público pueda presenciar el proceso creativo de cada concursante, que se inicia cuando el gigantesco bloque de mármol travertino traído especialmente de San Juan empieza a recibir los primeros golpes y tanto los artistas como el público son alcanzados por una envolvente nube de polvo que le aporta una mística especial al paisaje.

Esa condición excepcional que permite seguir en tiempo real la secuencia que convierte un material inerte en una pieza de arte con significaciones específicas, es acaso uno de las singularidades que explican la afluencia cada vez más numerosa de familias que llegan de localidades cercanas pero también distantes para disfrutar de la propuesta y emitir además su voto.

En esta ocasión, esta tarea de crear a cielo abierto estuvo en manos de artistas como el albanés Genti Tavanxhiu -que pasó de su “Re-cycladis” a una “Señorita”-, el argentino Juan Pablo Marturano con “Más allá de las nubes” o el rumano Petre Virgiliu Mogosanu, que con su escultura “Tensions in the nature” (“La naturaleza y sus tensiones” ganó el primer premio de la Bienal. Tal vez como nota de color, el elegido de los niños también fue este artista, un voto que “ha ido acercándose cada vez más al criterio del jurado, construyendo una sensibilidad”, remarcaban desde la organización previo a los galardones.

Los otros participantes de la competencia internacional fueron Sodong Choe de Corea del Sur, que con su obra “Permanencia 2150” obtuvo el segundo premio y la alemana Verena Mayer-Tasch, que conquistó el el tercero con “Dress” (“Vestido”), además de Ebru Akinci (Turquía), David Bucio (México), Arijel Strukelj (Eslovenia), Jhon Gogaberishvili (Georgia), Petre Virgiliu Mogosanu (Rumania) y el ucraniano Ihor Tkachivskyi. Todas estas nuevas creaciones se sumarán a las 674 esculturas que posee la ciudad, emplazadas a lo largo de 34 años en sus veredas, bulevares y parques.

Además de acercarse para seguir de cerca la evolución de las obras en competencia, el público también pudo contemplar otras producciones de artistas locales plasmadas en diversidad de materiales, como las de Alejandro Arce, que con “Jukumari”, un grupo escultórico dedicado a un oso de la región andina en peligro de extinción y realizado en arena, se convirtió en el punto de atracción para los niños. O la de Juan Sorrentino, que presentó su proyecto “Derrumbe”, una pared de ladrillo, fierros, revestimiento y pintura que se iba desplomando por la vibración sonora.

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Una experiencia multisensorial

Una de las notas distintivas de esta edición fue que la accesibilidad se incorporó con fuerza a la Bienal, con la opción de “ver con las manos”, una experiencia de audio descripción destinado a las personas ciegas, a partir de un proyecto que nuclea a 20 organizaciones y la provincia en la Red de accesibilidad cultural impulsado desde el Centro cultural alternativo (Cecual).

Es la primera vez que en el marco de este evento -considerado uno de los más importantes del mundo- se realiza esta experiencia de accesibilidad, algo que se prolonga en otras actividades y abarca distintas discapacidades, como parte de esa apuesta de un arte para todos.

Marturano, el único representante argentino que tuvo la competencia internacional, comentaba que se sintió sorprendido con la visita de un grupo de personas ciegas que pidieron tocar la escultura. “Me sorprendí, querían pasar a tocar las esculturas, y fue hermoso. Para mí esto ya valió la pena”, decía el escultor, para quien lo táctil es fundamental.

Eidman indica que tanto “en la economía formal, como en la informal se ha generado un círculo virtuoso con una activación de la economía local muy importante. Y eso valida y materializa muy bien lo que Fabriciano Gómez decía, que nos costó un tiempo entenderlo. “Después pudimos convertirlo en esa misión y visión de ´hacer del arte un bien de todos´”. Y amplía: “Nosotros pensábamos que hablaba de la democratización del arte y la belleza pero en realidad tenía un contenido mucho más profundo. Él decía que claramente el significado del arte es un medio de elevación espiritual, pero evidentemente también es un poderoso agente de transformación”, algo que se evidencia con la gran movida cultural que concentra la atención en el gran predio de la capital chaqueña.

El arte es el motor de la principal industria cultural de la provincia, así como de la turística: “Diez días completos de hoteles llenos y turistas consumiendo claramente es la otra dimensión de la Bienal que está generada a partir del arte, no desde un evento deportivo, ni de unas vacaciones en la playa”, apunta Eidman.

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Visitantes internacionales

Por otro lado, considera que la participación de turismo internacional pudo haberse duplicado. Para la edición anterior esta estaba en un 5%, y un 15 % correspondía a la de otras provincias. También, según la medición previa el 80% de las personas visitaban a la Bienal como su objetivo principal.

Ante la complejidad de un evento de estas características, el organizador plantea que al encontrarse “envuelto en una mega manifestación artística cultural y popular, donde está representada toda la realidad social de la provincia, desde el pequeño emprendedor o aquellos que que están afuera de la economía, el ejercicio es volver al origen, que claramente está en el certamen internacional de escultura”.

La presencia en Resistencia de algunos de los 10 mejores escultores contemporáneos del mármol es el gran plus de este encuentro, “el diferencial, es el concepto, la esencia”, dice Eidman.

“Esto es lo que hace que nosotros seamos esta Bienal y no otra, o un festival. Es la cuestión identitaria de poder decir ‘somos un certamen internacional único en el mundo por la calidad de la organización, pero fundamentalmente, porque la gente se ha apropiado y es un actor protagónico’, porque la obra que se produce va a parar al espacio público. Eso hoy nos define como un modelo”, afirma.

Otro dato llamativo es que habla de las implicaciones de la Bienal sobre la sociedad es la matrícula de inscriptos a las carreras de la Facultad de Arte superó la de las carreras tradicionales, en 2016″, según aporta Eidman.