Lenguaje

El Fogón cumple 79 años y se proyecta para cobijar la tradicional cena de apertura con escultores de la Bienal

79 años de fecunda labor. Su espíritu puede resumirse en los versos anónimos escritos cerca de la entrada: Si has de agregar una sonrisa, al vino y a la sal que te brinda esta casa, detén viajero tu camino, abre la puerta sin llamar y pasa. Marcel Marceau, Jorge Luis Borges, Ariel Ramírez, Ernesto Sábato, Jorge Romero Brest, René Favaloro, algunos de los ilustres nombres que lo han visitado

La idea es llegar a la Bienal de Esculturas 2022, un clásico dentro del Fogón que también cobija de manera tradicional las cenas de apertura, que en esta edición está programada para el 15 de julio, “recibiendo a los escultores del mundo de esta Bienal”.

El Fogón de los Arrieros fue creado en 1943 por Aldo Boglietti, un rosarino que llegó a Resistencia y muy pronto se convirtió en un mecenas de personalidad multifacética y convocante. Al principio estuvo en su domicilio particular, en ese entonces calle Brown 188 de Resistencia. En 1955 se trasladó a su nueva y actual sede en Brown 350, y se convirtió en un verdadero faro de cultura, reconocido no sólo a nivel nacional sino también internacional. Desde sus inicios congregó a artistas plásticos, poetas y músicos, reunidos al calor de la amistad como emblema y filosofía de vida.

Aldo Boglietti (Rosario, 1908 – Resistencia, 1979) festejaba su cumpleaños cada 20 de agosto y, con su inconfundible sentido del humor, la invitación siempre decía: “a las 20 y 20, para tomar no menos de 20 copas”. Además de celebrarse el cumpleaños del “peón” de la casa -tal como se hacía llamar-, se instituyó en esa misma fecha el aniversario de la emblemática institución.

Resulta difícil explicar con precisión lo que es El Fogón de los Arrieros. Descripto como institución cultural y museo, club y templo de amistad, también puede decirse que es una caja de sorpresas. Es cada una de esas cosas y todas a la vez, porque es un estilo de vida, una manera de ser que no admite encasillamiento en fórmulas estrechas. No se puede hablar de la cultura del Chaco sin nombrar a El Fogón de los Arrieros, el singular espacio que escribió las principales páginas de nuestra historia y hoy se afianza como un original polo del quehacer cultural chaqueño.

El escultor Juan de Dios Mena, accediendo a la invitación de Boglietti, se instaló en El Fogón de los Arrieros en noviembre de 1944 y allí vivió y tuvo su taller durante 10 años, hasta su fallecimiento el 4 de abril de 1954, fecha luego designada como el inicio anual de la temporada cultural de la institución.

En 1968, Aldo Boglietti donó su propiedad y todos los bienes contenidos en ella, y creó la Fundación Cultural El Fogón de los Arrieros, que ese mismo año obtuvo personería jurídica y legal y organizó su primer consejo directivo. Desprenderse de sus bienes personales para perpetuar un legado cultural y lograr que llegara a todos era el modelo de vida de Aldo: hacer de la ciudad un museo abierto para que el arte trascendiera y fuera accesible al pueblo.

La exacta dimensión de esa idea se resume en la frase que dijera André Malraux en la oración fúnebre para el gran arquitecto Le Corbusier: “Luchó por el hombre. Para él una casa debía ser una máquina productora de felicidad”. Aldo concebía que su casa no era  sólo el Fogón, sino la ciudad entera. En ese contexto intelectual y humano, entendemos que El Fogón de los Arrieros era para él la sala y la ciudad de Resistencia su casa… Y todavía no se han cumplido todos sus proyectos y sus sueños visionarios para la época en que le tocó actuar. Se creyó, durante mucho tiempo, que era producto de una fantasía anormal la genial concepción de sus ideas.

 

Una llama encendida

Desde su origen, El Fogón de los Arrieros reunió un singular crisol de artistas: pintores, escultores, muralistas, grabadores, escritores, poetas, músicos, todos congregados bajo el emblema que preside el frente del edificio: “La amistad”, mural de Julio Vanzo que simboliza la mano abierta a los cuatros rumbos del mundo, de allí el nombre de la institución. “Arrieros”, en alusión a quienes llevan el ganado, al amigo que pasa y se va, y “Fogón” en referencia al calor de la amistad que se cosecha alrededor del fuego.

El Fogón de los Arrieros puede considerarse un auténtico territorio cultural. A lo largo de su historia hizo trascender a la provincia del Chaco y también al país en el plano internacional, realizando con su accionar una obra de eminente significación. Intelectuales, científicos, políticos y personalidades de la cultura ofrecieron conferencias, cursos, espectáculos y exposiciones: Jorge Luis Borges, Ariel Ramírez, María Fux, Nicolás Guillén y Félix Luna, por sólo nombrar algunos, dieron a conocer su obra y su pensamiento en inolvidables noches de encuentros e ideales compartidos.

Entre 1944 y 1954, Juan de Dios Mena vivió en El Fogón de los Arrieros y talló sus famosos “tapes” de curupí, pequeñas estatuitas en esa madera blanda y chaqueña. Allí trabajaron Carlos Schenone, José Zali, René Brusau y Víctor Marchese. También se integraron -a veces fugazmente- los artistas Julio Vanzo, Sergio Sergi, Aquiles Badi, Gustavo Cochet, César Fernández Navarro, Raúl Schurjin, Jacinto Castillo, Raúl Monsegur y Lorenzo Domínguez, sembrando con sus obras y recuerdos la casa fogonera.

 

Iluminados por el arte

El Fogón de los Arrieros ocupa una casona de dos plantas construida por el arquitecto Humberto Mascheroni. Posee una enorme pinacoteca, una biblioteca de arte que llegó a ser la más importante del país, y muchísimas tallas y esculturas, objetos insólitos y preciados recuerdos. El local tiene algunas de las audacias imaginadas por Aldo Boglietti: murales de Demetrio Urruchúa, Julio Vanzo y Raúl Monsegur; el piso diseñado por René Brusau; paredes, escaleras y puertas pintadas por Oscar Capristo, Eduardo Jonquiéres, Juan Grela, Claudio Gorrochategui, Francisco Vázquez, Líbero Badii, Rodrigo Bonome, Fernando Arranz y Miguel Brascó.

En el desorden organizado hay curiosidades para descubrir: un botón del corpiño de Rita Hayworth, una casaca firmada por Diego Maradona, una armadura de samurái, un colmillo de elefante, los guantes que usó Monzón cuando se coronó campeón mundial, una hélice de un avión que voló Jean Mermoz, una colección de tacitas de café, un cheque firmado por Carlos Gardel, un surtidor de YPF y hasta el cementerio propio denominado Colonia Salsipuedes.

Dentro y fuera, y hasta en las terrazas transformadas en jardines, conviven obras de Lucio Fontana, Emilio Pettoruti, Stefan Erzia, Noemí Gerstein, Carlos Páez Vilaró, Raúl Soldi, Gino Severini, Juan Carlos Castagnino, Leónidas Gambartes, Mario Pucciarelli, Alfredo Bigatti, Luis Barragán y muchos más. Una  importante colección de obras de arte convive con antigüedades y objetos curiosos, en un verdadero “bric é brac”.

 

Historia de una identidad

Entre 1960 y 1977, El Fogón de los Arrieros se lanzó a una nueva aventura: las calles, las plazas y las banquinas de Resistencia. Primero se llenaron de verde y de flores, luego de murales y esculturas, realizando el lema pionero de Aldo Boglietti en referencia al arte: “Todo debe estar al alcance de todos”. Así se concretó su sueño de convertir a Resistencia “en un gran museo”.

El movimiento para convertir las banquinas de la ciudad en jardines se inició en junio de 1961. Al mes siguiente se logró el apoyo de la Comuna y del Concejo Municipal, que resolvieron poner a disposición un equipo de obreros para la preparación de la tierra para la colocación de flores y un premio al vecino cuya banquina se presentara como la mejor cuidada (Diario El Territorio, lunes 2 y viernes 7 de julio de 1961).

El viernes 14 de julio de 1961 El Fogón de los Arrieros inauguró las seis primeras esculturas colocadas en paseos y veredas de Resistencia. Son obras de varios artistas del país y del exterior. La primera, colocada frente al edificio fogonero, se titula Figura abstracta (cemento) del escultor y arquitecto Víctor Marchese.

El escritor y crítico de arte Córdova Iturburu estuvo presente para la inauguración de las primeras esculturas y destacó la trascendencia que para el arte y el urbanismo tienen iniciativas como estas. Posteriormente se descubrieron las restantes esculturas y el mismo Córdova Iturburu explicó al público, en forma breve, el significado de cada obra. De allí el origen de la transformación de Resistencia, hoy conocida como “Ciudad de las Esculturas”, trabajo que continúa.

 

Un compromiso que se renueva

Después de tantos años y tantos logros, con un invaluable patrimonio, actualmente El Fogón de los Arrieros ofrece a los visitantes una variedad de actividades. Entre los clásicos encuentros fogoneros hay que mencionar los jueves de tango y los domingos de ópera, pero allí también suceden ciclos de cine-debate, presentaciones literarias, exposiciones artísticas, recitales y conciertos, visitas comentadas, talleres y cursos organizados por otras instituciones. Las variadas experiencias que se concretan en El Fogón de los Arrieros se apoyan en la idea de que el arte es un factor vital para el desarrollo de una nación y contribuye a la afirmación de su identidad.

Felizmente, hoy se llevan adelante a paso de gigante los ideales que Aldo Boglietti compartiera con Juan de Dios Mena, el otro realizador fogonero y compañero de sus afanosas luchas. Muchos seguimos aun tratando de dar forma y hacer efectivas sus utopías, recreando su ingenio agudo y sus extraordinarias condiciones de líder.

Hoy, en este nuevo aniversario, se renueva el compromiso de mantener el espíritu que siempre guío a Aldo en procura de una ciudad cada día mejor. Porque como dijera Antoine de Saint Exupéry: “Ser hombre es sentir que al colocar en su lugar una piedra, uno contribuye a la construcción del edificio del mundo”.

 

* Vicepresidente de la Fundación “El Fogón de los Arrieros”; docente en las facultades de Arte y Arquitectura (UNNE); expresidente del Instituto de Cultura del Chaco.