Lenguaje

Volvió el clásico concurso – Bienal de Chaco: paisaje de esculturas

Unos 800 mil visitantes siguieron la competencia internacional a cielo abierto, esta vez con motosierras sobre mármoles sanjuaninos.

Habrá influido en el escultor Fabriciano Gómez la profusión de meteoritos, esas piedras amorfas de grandes dimensiones desperdigadas por todo el territorio chaqueño, con esa tendencia de la provincia, y más específicamente de Resistencia, su capital, a tener grandes esculturas talladas en distintos materiales resistentes y esparcidas por toda la ciudad a modo de noble competencia entre dos de los “museos a cielo abierto” más importantes del país?

Resistencia desarrolla desde 1988 la Bienal Internacional de Esculturas del Chaco, hoy llamada Bienal del Chacoel encuentro escultórico más relevante a nivel internacional, del que escultores de todo el planeta pugnan por participar y sumar porotos y prestigio a sus currículos artísticos. El responsable de esta iniciativa fue el escultor Fabriciano Gómez, fallecido en septiembre, quien junto a la también artista Mimo Eidman ideó una competencia de esculturas a cielo abierto en la Plaza 25 de Mayo, la plaza central de la ciudad, con el objetivo de volver el arte accesible a la gente.

Tan familiarizados están desde entonces los chaqueños que las calles de Resistencia albergan en la actualidad 654 esculturas, rara vez vandalizadas, sino más bien todo lo contrario, cuidadas y mimadas, todo un orgullo de los lugareños.

Uno camina una cuadra y se cruza con un Lucio Fontana; en la otra un Guyla Kosice; a mitad de la peatonal un Emilio Pettoruti y más allá un Luis Perlotti, una Noemí Gerstein, un José Fioravanti e, infaltable, un Fabriciano Gómez, a quien la Bienal le rindió tributo especialmente. Esto, tan solo por mencionar apenas algunos de los nombres de los creadores, con cuyas obras cualquiera puede toparse mientras recorre la ciudad. Las hay de piedra y hierro, de mármol y cemento, de madera y acero inoxidable, figurativas y abstractas, críticas y halagüeñas, más grandes y más chicas, en plazas, avenidas, calles, boulevares, parques, peatonales y edificios.


Los diez finalistas de la Bienal de Chaco 2022 trabajaron a cielo abierto durante seis jornadas. Fueron elegidos entre más de 200 candidatos de todo el planeta.

 

En las próximas semanas, se sumarán otras diez –en mármol–, surgidas de la reciente edición de la Bienal, que tuvo como ganador al rumano Petre Virgiliu Mogosanu por su obra “Tensión en la naturaleza”, secundado por el surcoreano Choe Sodong, por “Permanencia 2150”, y la alemana Verena Mayer-Tashc, por “Vestido”. Los otros participantes fueron el albanés Genti Tavanxhiu, el argentino Juan Pablo Marturano (cuya obra “Más allá de las nubes” fue la elegida del público), Ebru Akinci (Turquía), David Bucio (México), Arijel Strukelj (Eslovenia), Jhon Gogaberishvili (Georgia) y el ucraniano Ihor Tkachivskyi.

Y aunque simbólicamente se eligen los tres primeros puestos, las obras de los diez participantes tendrán una ubicación en Resistencia. Los diez escultores se llevan, además, el mismo premio: 5.000 dólares. De por sí llegar a esta final es un mérito si se tiene en cuenta que fueron seleccionados de entre más de 200 candidatos, lo que los convierte en los diez mejores escultores en mármol del mundo.

Si en la primera edición los escultores tallaban con maza y cincel en madera de Urunday, un árbol de gran dureza, típico de la zona, en la última edición se moldearon con sierra eléctrica diez bloques de mármol travertino traídos de San Juan. Es tal la convocatoria que esta Bienal tiene edición a edición que desde 2006 se mudó de la Plaza 25 de Mayo al Parque 2 de Febrero, un predio de 14 hectáreas, que en esta ocasión recibió a lo largo de una semana cerca de 800 mil visitantes, una cifra récord para el evento, que ya piensa en su edición de 2024.


Además de los escultores concursantes, dos artistas chaqueños realizaron obras efímeras durante el evento. “El ciclo de las cosas” es la instalación flotante de Fabiana Larrea.

 

Organizada por la Fundación Urunday, la gobernación de Chaco y aportes privados, la Bienal del Chaco incorporó en esta edición una experiencia de accesibilidad para personas ciegas, que tuvieron la oportunidad de “ver con las manos” y escuchar una descripción. “Ya valió la pena”, expresó Marturano, el único representante argentino en la competición y ganador según el voto del público con su obra “Más allá de las nubes”, un homenaje al cerro Mercedario de San Juan, provincia de la que provino el mármol de su creación. “Esculpo el cielo que rodea las montañas”, esbozó.

De Rumania, Petre Virgiliu Mogosanu trabajó estas seis jornadas en la obra “Tensions in the nature” o “La naturaleza y sus tensiones”. “Partiendo de la idea de que, en la naturaleza, todo se mueve y toda la materia cambia en el tiempo, el ser humano también cambia, piensa diferente cada día. En todas estas transformaciones, hay un impulso que se inicia dentro de nosotros. Las acciones de los cuerpos en la naturaleza ocurren debido a que dentro de cada volumen hay una fuerza, una energía, una tensión y un equilibrio que junto con la voluntad actuarán hacia el exterior y crearán un movimiento que es el equivalente a la vida”.

Aquel sueño de Fabriciano de impulsar el arte fue poco a poco tomando forma: según datos de los organizadores, en 2016 la matrícula a carreras artísticas superó a la de carreras tradicionales (con mil inscriptos). Por fuera de la competencia oficial, pudo verse en esta oportunidad el trabajo de dos “hijos” artísticos de la provincia: Juan Sorrentino y Fabiana Larrea, ambos chaqueños, exhibieron sus obras de arte efímero y tuvieron gran repercusión.

Mientras Sorrentino, que también exhibe por estos días en la Fundación Andreani, confeccionó “Derrumbe”, un muro de ladrillos con un revestimiento que se fue desprendiendo por las ondas sonoras de dos parlantes ubicados en uno de sus frentes; Larrea, que desde su casa en Puerto Tirol creció viendo el desmonte del Bosque Chaqueño, tejió gigantescas tres flores con una tonelada de plástico reciclado especialmente para ella y las ubicó en medio del Río Negro, como una forma de poner el foco en la naturaleza, la ecología, el consumo y el planeta. “El ciclo de las cosas”, tal el título de la instalación flotante, ya habrá sido removido del río y reciclado nuevamente al momento de leer este artículo.