El desafío no duerme

Allí están, con las manos en la masa, los concursantes del Premio Desafío. 16 provincias de Argentina presentes, 16 banderas en los mástiles. Chicos que no se conocen pero devenidos amigos de estas lides. Manos que se estrechan, voces que se animan o critican; sonidos de motosierras (¡cómo se extrañaba el olor de la madera!), gubias y mazas que golpean con ese ruido seco, sordo. La madera chaqueña no es fácil doblegarla y los jóvenes competidores lo saben. 24 horas seguidas de trabajo y otras 24 más, sin descanso, sin tregua; el tiempo apremia. Lo que parecía menudo, recobra su significación de “desafío”.

Bien lo decía Fabriciano : esto es sacrificio, es perseverancia. Pero están contenidos por los profesionales, atentos; por sus propios compañeros –son equipos de tres, lo que permite relevarse-; excitados con la experiencia, fortalecidos por el deseo de ganar y entonces se recobra la fuerza, un hachazo que hace el corte perfecto, una motosierra que cortó tajante la materia de más, una gubia que hizo la curva refinada.

Los competidores dejan de mirar la obra y el afuera es un barullo de gente, un mundo de gente.

¡qué experiencia iniciática para estos jóvenes! De donde saldrán –no hay dudas, algunos de los futuros escultores de Argentina.

El sol del Chaco puede no ser hospitalario –este martes se demostró- pero la luna que empezó a menguar – aunque aún larga esa luz potente que energiza-, le da el plus de poética a esta experiencia de trabajo y arte.

Volvemos a las palabras de Fabriciano: “Su trabajo, es sacar el alma de la madera”. Y en eso están los jóvenes.