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Fabriciano, pan de la escultura chaqueña

Fabriciano, pan de la escultura chaqueña

Fabriciano, fue el gran escultor del Chaco. Artista consagrado, formidable gestor cultural, vecino ejemplar. Tres aspectos que fructificaron a partir de una virtud principal: la humildad; un don: el talento artístico; y “su disciplina de trabajador incansable”, al decir de Alfredo Veiravé.

Con 33 años, tuvo su consagración artística al obtener el Gran Premio de Honor del Salón Nacional y representó a la Argentina en la Bienal de Venecia de 1980 con la serie de esculturas “Nudos de espacio”, instalación que tuvo eco en el diario Time, se nutrió un lustro de Europa.

Obtuvo grandes premios en el mundo trabajando en nieve. Heredero de los hermanos Boglietti, tomó la posta junto a la Fundación Urunday de seguir plantando esculturas en la ciudad hasta llegar en 2022 a más de 650, el grueso de ellas de los concursos y bienales de escultura que con casi 30 años de historia son considerados entre los más prestigiosos del mundo en importancia.

¿Que fue la escultura para “Fabri” ?: “Una obra sensible, un caudal de cosas de mi interior que fluyen sin esperar que las comprenda, simplemente despiertan y se imponen. En términos plásticos es hablar de la dualidad perdurable-efímero. Siempre recuperando el valor de lo fundamental. Estoy absorbiendo todo el tiempo, siento el arte como parte de la vida, me siento comprometido con mi lugar en la sociedad. En estos cuarenta y tantos años, lo único que he hecho fue poner plumas en mis manos”.

“Para mí, las obras más hermosas fueron las realizadas en nieve donde se concretó la gran escultura que quería trabajar, de seis metros, el tamaño que siempre pensé para mi obra”.

Enamorado de su ciudad postergó otras geografías para quedarse y forjarla artística; su hogar devino Casa Museo Fabriciano; decenas de obras que llevan su firma se desparraman en calles y paseos de Resistencia. Cuando presidio la Fundación Urunday, se implicó en la creación de MUSEUM, el museo de esculturas del mundo a orillas del río Negro; conforma el Departamento de Mantenimiento y Restauración de las Esculturas que integra el patrimonio Escultórico de Resistencia, gestiona “La Ciudad de las Esculturas” ante la UNESCO con ánimo de convertir el patrimonio escultórico de la ciudad en Patrimonio de la Humanidad. Y cada sueño – (“no sé, antes de sueños hablaría de objetivos”)- es cumplido. Como un caballo sin freno se nutrió de la acción, posó su cara en el viento, gozo del presente y siempre marchó hacia un horizonte.

El hombre y el artista se fundieron indisolubles en Fabriciano. Ha sido peón de albañil, monaguillo, hijo piadoso, docente, artista embajador en el mundo, amigo intachable. “Pocas veces uno se encuentra con un tipo solidario y desinteresado como él, considero un privilegio su amistad” testimonia un amigo que podría ser la voz de tantos otros.

“La vida fue generosa conmigo”. Y se la devuelve con la misma moneda, porque la fama tiene su generosidad: “Entiendo que dar es un acto de amor. Vine al mundo a dar y nunca espero recibir”.

l hombre de acción, miraba su mundo interior. “Sí tristeza por la muerte innecesaria, como la de un muchacho que muere en la guerra… El hombre no vino a la tierra para morir en una guerra”.

“Una vez quise morir. De dolor, y mirando hacia adentro sentí que se habían cumplido mis objetivos, todos. Si me preguntas qué dejé de hacer, dudo, debiera pensarlo bien. Logré todo y mucho más de lo esperado”.

Fue profeta en su tierra, la sociedad lo reconoce, lo valora en la calle. Prueba de ello son los honores, reconocimientos y títulos, de vecino ejemplar, ciudadano ilustre. Pero de todos, tal vez motivo de orgullo mayor, una escuela que lleva su nombre por elección de los alumnos.

Maestro sabio y aprendiz dócil. Hombre de fe. La humildad como estandarte, su trabajo una mística; insobornable el amor a su tierra. “El centro de la tierra es donde está uno, a nuestros pies”.