Lenguaje

La Casa Museo Fabriciano, un relato volumétrico de la memoria del escultor

Una recorrida por el lugar donde vivió el artista que impulsó la Bienal de Esculturas, que convirtió a la ciudad de Resistencia en un museo a cielo abierto.

Resistencia, la capital del Chaco, es conocida por ser un museo a cielo abierto con más de 660 esculturas emplazadas en su espacio público y sede hace 17 años de la Bienal de Esculturas, uno de los eventos artísticos más importantes de la región, creado por el artista Fabriciano Gómez (1944-2021), cuya casa acaba de abrir sus puertas al público para propiciar un viaje a la memoria personal del escultor chaqueño.

Hace unas semanas, con motivo del aniversario del nacimiento del alma mater de la Bienal de Esculturas, se habilitaron las visitas a la Casa Museo Fabriciano, un pasaje a la vida artística y personal del escultor en la que se conjugan, con igual peso, objetos cotidianos, esculturas, premios y distinciones que ordenan la casa familiar bajo el nombre de las personas que determinaron su vida.

La inminencia de la casa de Julio A Roca al 1.700 es anticipada por esculturas de su autoría, emplazadas en el espacio público de Villa Seitor, el barrio de Resistencia donde vivió hasta sus últimos días. Este corredor de 24 esculturas en madera, metal, piedra y mármol, dispuestos en 200 metros a la redonda de la Casa Museo fue sugerencia de su amigo y colaborador, el arquitecto Pradial Gutiérrez.

Foto: Pablo Caprarulo.

 

La Casa Museo abrió sus puertas al público el día de su cumpleaños, en el aniversario número 79 del artista, nacido el 27 de junio de 1944. Este espacio, incluido en el Registro Provincial de Museos del Chaco, fue pensado y diseñado por el propio Fabriciano,”a los 65 años, cuando tomé conciencia de todo lo que cumplí en vida”, dice su voz desde el vídeo biográfico que puede verse en la web de la Fundación Fabriciano .

El artista es el alma mater de la Bienal de Escultura del Chaco, el evento internacional donde cada dos años una decena de prestigiosos escultores de distintos países se reúnen a esculpir al aire libre y ante la vista del público. Considerada una de las tres mejores bienales del mundo en su característica de competencia a cielo abierto, la de Chaco es única ya que las esculturas realizadas tienen por destino el espacio público de la ciudad, que ya supera las 660 piezas.

La puerta de entrada a la casa familiar que lleva el nombre del artista es una obra de arte, “Puertas del paraíso”, una representación de la familia en madera y bronce, donde el Sol son sus padres, las figuras humanas sus hijos, y los ángeles los espectadores, los mismos que visitarán esta casa museo.

Foto: Pablo Caprarulo.

 

La primera sala se llama Efraín Boglietti, amigo incondicional de Fabriciano, a quién adoptó como un segundo padre. Boglietti no sólo fue una figura central en la vida del escultor, sino que también fue un importante gestor cultural chaqueño, hermano de Aldo, con quien inició el espacio “El fogón de los Arrieros” y el emplazamiento de las 100 primeras esculturas de Resistencia.

En esta sala, el espectador comienza a percibir las capas de la memoria de Fabriciano, que se desplegarán por todo el espacio de la casa familiar: una pared principal imponente de dibujos y bocetos, que van desde sus inicios en 1970 hasta piezas de 2008; las valijas familiares que lo acompañaron en sus viajes por el mundo y esculturas como “Argentina hoy”, un mármol travertino del 2000; “Pareja”, un mármol de Carrara de 1985 con la distintiva síntesis de la figura humana de Fabriciano y “Familia peregrina”, una pieza en madera del año 2000, que sintetizan los tres materiales que atraviesan la trayectoria escultórica del artista.

El espacio se completa con cientos de placas que hablan de los premios y reconocimientos a la trayectoria artística del artista como el Gran Premio de Honor del Salón Nacional en 1977 -que lo obtuvo a los 33 años y cuya obra forma parte del Patrimonio de la Nación-, o su participación en la Bienal de Venecia en 1980, a los 36 años.

Foto: Pablo Caprarulo.

 

En su puesta al público, este lugar es una muestra museológica tradicional, con la exposición de esculturas, bocetos de obras, dibujos, fotos familiares y de viajes, premios, distinciones, herramientas para esculpir y todo el mobiliario y los objetos que hacen a la vida de una persona.

La presencia del escultor no se agota en cada objeto expuesto: sus restos descansan en una urna en su cama, junto a los de su perra Macarena, incansable compañera. En el espacio íntimo de su habitación, que primero fue de su madre, se encuentra una obra no menos personal: un altar de las estampitas y santos de doña Dorita, mixturados con objetos simbólicos del universo espiritual de Fabriciano.

La sala Mimo Eidman, amiga, discípula y una de las fundadoras de la Fundación Urunday, está ubicada frente a la de Efraín y allí se exponen bocetos de obras en hielo y nieve, de los concursos alrededor del mundo en los que Fabriciano participó solo o comandando equipos.

Aquí también están exhibidos sus trajes de trabajo y parte de las herramientas que él mismo creó para esculpir el frío y un inmenso ploteo que recoge todos los pósters de las Bienales de Esculturas del Chaco, del primer concurso en madera en 1988 a la bienal de 2008, que fue la última que vivió Fabriciano.

La vida de Fabriciano estuvo signada por el calor agobiante del terruño chaqueño y la pasión por la efímera y gélida nieve, que en la década del 90 lo convirtió en uno de los artistas argentinos precursores en trabajar con esta materia.

Foto: Pablo Caprarulo.

 

El puente a la sala más íntima es el pasillo Julián Astolfoni, en honor a su amigo y primer mecenas, donde hay una selección de artículos periodísticos enmarcados que intentan capturar su vasta trayectoria.

El corazón de la casa es el comedor y la cocina, dedicados a sus padres Emelino y Dorita, con una gran mesa central donde están las réplicas de “San Fernando” e “Inmaculada”, dos obras monumentales emplazadas en el frente de la Catedral de Resistencia y que forman parte del Patrimonio de la Nación desde 2022.

Mirando al patio, está el escritorio de trabajo del escultor, tal cual lo dejó, con herramientas, lápices, papeles, moldes y bocetos de las más de 400 obras que pensó para financiar este espacio cultural.

La Casa Museo Fabriciano ofrece al público réplicas de esculturas en madera en pequeño formato, que se pueden adquirir por menos de $100.000 y se realizan a pedido.

En la sala Emelino y Dorita hay un homenaje especial a su madre, a quien Fabriciano reconocía como “la culpable de que él sea artista”, como solía decir. Lo cierto es que la visión de esta mujer fue la que la llevó a pedirle en 1964 que vuelva al Chaco, engañándolo con que estaba mal de salud, pero con la razón oculta de que retome sus estudios en Bellas Artes.

El final del recorrido es el patio, dedicado al paisajista Pradial Gutiérrez: la pieza central de este espacio es una escultura en mármol negro de Bélgica, dispuesta sobre un estanque, y que formó parte del pabellón argentino en la Bienal de Venecia.

Otras piezas exquisitas de este lugar son “Caídos por vivir en sueños compartidos”, una escultura en concreto y bronce de 2007 o la instalación “Desocupados orando”, donde hay una veintena de torsos humanos sentados alrededor de un círculo de mármol fruncido.

La sensación a lo largo de la visita es la de haber entrado por una hora a la memoria volumétrica del escultor chaqueño, ese espacio íntimo y a la vez colectivo en el que imaginó capturar “la luz y la magia de Resistencia”, su gran obra a cielo abierto.

Las reservas se hacen a través del formulario online dispuesto en la web www.fundacionfabriciano.org o bien al teléfono celular 3624-202372.

La entrada es gratuita y se recomienda en grupos no superiores a siete personas.